Las esferas de Máx

Ladraba, ladraba y ladraba. «Ya basta Máx», decía mamá. Él solo quería atención, pero todos estaban concentrados en decorar el árbol. La estrella en la punta se encendía y Máx ladraba. El Santa de juguete bailaba y Máx ladraba. Para todo, se hacía escuchar, para todo, estaba Máx quejándose, para todo y nadie lograba callarlo.

A mí no me molestaba. Me identificaba con él. Teniendo entonces ocho años, también quería atención, pero ese día era dedicado al árbol. Cuando intentaba ayudar, me apartaban. No podía tocar ningún accesorio, porque ya estaba mi hermana con el mentón tirano, advirtiéndome: «No toqués nada, recordá que si dejás caer una esfera y se quiebra, un perro se muere», entonces miraba a Máx, de manchas negras, con ojos heterocromos; uno pardo y el otro azul, dos esferas que no irán al árbol.

Como nadie nos atendía, salí a la calle con Máx. La noche en la colonia Villa Universitaria era un espectáculo en navidad. Máx se alborotaba con el olor a carne de cerdo en las casas. A mí me pasaba lo mismo con las luces que decoraban cada hogar. Todas me encantaban, pero hubo una en especial ubicada a la vuelta de la esquina, tenía el Halcón milenario de Guerra de las galaxias instalado en el tejado, con luces rojas, azules y verdes.

Ese día lo contemplé demasiado. Al menos diez segundos antes, hubiese concentrado mi atención en Máx para apartarlo de la calle e impedir que lo atropellaran. Pero los diez segundos huyeron, como unos asesinos condenados a cadena perpetua, que escapan de prisión.

Ahora sí me miraban todos, pero, para recriminarme. «¡Qué barbaridad!», «¡Cómo es posible que seás tan distraído!». Yo bajaba la cabeza, tratando de ignorar, como ellos ignoraron los ladridos de Máx en la decoración del árbol.

A Máx lo llevaron al veterinario. Quise ir pero no me dejaron. Mi hermano decía que me calmara, que esas cosas pasan. El dueño del auto que lo atropelló, trajo galletas para animarme y me pedía perdón. Yo le dije «Gracias, pero no es su culpa señor Rodríguez». Entonces miraba al árbol mientras mi hermano conversaba con el señor Rodríguez. El árbol estaba armado a doce días de Navidad, con todas sus esferas doradas y azules, las observé atentamente y una idea me caló la cabeza. Salí corriendo como un loco que huye de su casa para volver al manicomio.

Toqué todas las puertas de la colonia durante esos días en los que Máx resistía, y en las casas que aún no decoraban el árbol, me ofrecía a colgar las esferas. Algunos vecinos me dejaron, otros se mostraron reticentes y solo restaba pedirles que procuraran no romper las esferas. Le pedí a mi hermano su Facebook y publiqué un mensaje: «Les pido a todos que no rompan sus esferas, Máx se debate entre la vida y la muerte». Se viralizó. Muchos se conmovieron, empezaron a compartir la publicación hasta que llegó a los noticieros que me entrevistaron y le dieron cobertura al estado de Máx en la clínica veterinaria.

Pero el mensaje no pudo llegar a todos los hogares del mundo. Máx nos dejó el día de Navidad. Imaginé que en alguna parte del planeta alguien soltó una esfera, rompiéndola en pedazos y al mismo tiempo, el corazón de Máx se detenía.

Desde aquel momento, mi hermana, ahora con mentón derrocado, me deja armar el árbol con ella. Las esferas están a mi cargo. Tengo ochenta años, no creo en Santa ni en sus renos. En lo que creo, es en las esferas; las cuelgo con cuidado, en mi árbol y en los de mis vecinos (los que me dejan).

No sé cuántos perros mantengo a salvo de las distracciones de un niño viendo las luces de Navidad, no sé cuántas veces he evitado que un niño se arrepienta toda su vida de ver luces de navidad demasiado tiempo, diez segundos de más, para ser exactos. Lo que sí sé es que todos los perros del mundo son Máx, desde que falleció.

 

 

 

4 comentarios en “Las esferas de Máx

  1. Extraordinario cuento.
    M recordó alguno muy triste q leí acerca d 1 pequeñín q estaba muy enfermo, y q el Dr. sentenció q su vida no iría más allá dl caer d las hojas. Llegado el Otoño su hermanita -tan angustiada como presurosa- se daba prisa en coser las hojas… 😢

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